viernes, 10 de julio de 2009

Cap. 1: Los Nombres

Todos somos hijos. Reconocidos, abandonados, biológicos, adoptados. Por su parte, la primera decisión que toma un padre por su hijo es darle un nombre. Hay mujeres que lo tienen elegido desde pequeñas, cuando sus hijas aún eran sus muñecas, e incluso manejan distintas opciones en caso de que el sexo del recién nacido las sorprenda. Ahora bien, muchas personas desconocen el peso de un nombre en la vida de una persona.
Hasta no hace mucho tiempo, las personas conocían una forma de nombrar a sus hijos sin invertir demasiado tiempo y esfuerzo: el calendario. Este método comenzó a utilizarse en los orfanatos. De este modo, si el pequeño nacía un 12 de Octubre, seguramente lo llamarían Américo, o América, dependiendo de su sexo.
Esta es la historia de cinco nombres.


Modesto.
Buenos Aires. 12 de Marzo de 1981.
Llovía desde la madrugada, y ya estaba aclarando a eso de las seis y pico. Una bolsa negra, apoyada sobre el felpudo de la entrada trasera del orfanato, se movía y lloraba. Desde adentro, la cocinera del lugar se esforzó por discernir el sonido de la lluvia, de aquel llanto. Abrió la puerta y protegiéndose de la lluvia cubrió su cabeza con su saco de lana. Halló la bolsa que lloraba y de la forma más veloz que pudo cubrió al bebé con su cuerpo. Era un niño. Luego de secarlo y arroparlo, se acercó, con el pequeño en brazos, al calendario colgado en la cocina y volviéndose le dijo a su compañera: Se va a llamar Modesto.
Segundo.*
Enfermizamente, Segundo completaba su ritual numérico de apagar y encender la luz de calle siete veces antes de salir. Al terminarlo, cerraba sus ojos por un instante y suspiraba como si estuviese exhausto. Este no era la única de sus manías, claro. Desde que se despertaba debía cumplir con una serie de rituales. Apoyar su pie derecho siempre antes que el izquierdo, al bajarse de su cama. En el baño, debía respetar un estricto orden de prioridades. Por ejemplo, se obligaba a cepillarse los dientes, contabilizando, claro, los once movimientos que realizaba sobre cada ladera de sus treinta y un dientes. Perdió uno de pequeño debido a este ritual higiénico.

*Información útil: Es el segundo de tres hermanos, sufre de TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Sumamente inseguro. Estudiante de cine.
Victoria.
Al salir de su consultorio, Victoria, una joven y atractiva Psicóloga, hurgó en su cartera hasta encontrar las llaves de su auto, estacionado a pocos metros sobre la misma calle. Antes de partir llamo por celular a su madre.
__Hola Má.
__Hola hijita… Ay que suerte que me llamaste.
__¿Qué pasa?
__No nada, pero anoche tuve un sueño feo y quería escucharte para saber si estabas bien.
__Estoy bien mamá. No te preocupes__Respondió Victoria mientras mordía su labio inferior y levantaba su cabeza.
__ ¿No me vas a preguntar que soñé?
__Si, estaba a punto.__Contestó Victoria, para luego morderse la mano.
__Soñé que llegabas a casa y me decías que te ibas a casar.
__ ¿Y eso qué tiene de feo Mamá?
__Es que estabas enamorada de cuatro hombres Victoria.
__Ni uno, ni dos, ¡cuatro hombres! ¿Qué cenaste anoche Mamá?
__Ay nena, cuatro hombres, ¿Te das cuenta? ¿Cómo vas a hacer para decidirte?
__Mamá, escuchate por favor, lo soñaste, eso no pasó.
__Si, pero una vez también soñé que Alberto se moría, ¿te acordas?
__Mamá, el gato tenía 17 años y tres tumores extirpados.
__Bueno, bueno, hace lo que quieras hijita. Lo importante es que te vas a casar.
__Bueno mamá, te mando un beso. Te tengo que cortar, estoy saliendo del consultorio y tengo que estar en el hospital a las cuatro.
Victoria se observó en el espejo retrovisor durante un segundo y luego sonrió al recordar las palabras de su madre que resonaron en su cabeza durante toda la tarde: “…también soñé que Alberto se moría”
Justo
Hacía varias semanas que trabajaba, desde la ONG de la que formaba parte, para que no fueran desalojadas 25 familias que ocuparon un hotel abandonado en el barrio de Almagro. Tenía 29 años y había nacido en Bahía Blanca, pero vino a estudiar a Buenos Aires y en la residencia universitaria en la que vivió sus primeros años en la capital conoció a los amigos con los que fundaría la ONG.
Los móviles de la policía se retiraron entre el griterío de las personas que festejaban la apelación conseguida por el muchacho de barba renegrida, que reía con sus ojos, pero sin mostrar del todo sus dientes, algo avergonzado.
Como si formaran parte de un coro mixto de sexo y edades, los ocupantes del hotel comenzaron a vivar a grito limpio al joven bahiense:
__Justoooo!, Justoooo!, Oleee, ole, ole, oleeee, Justooo! Justooo!
Gil.
Faltaban pocos días para que pudiera cumplir los tres meses de antigüedad en su actual empleo, operando una cabina de peaje, y superar de este modo el periodo de prueba. Pese a su corta edad, sólo 25 años, Gil había tenido docenas de trabajos; había sido, verdulero, ayudante de cocina, cadete, delivery de una pizzería y cuidador de perros. Claro que no se destacó en el despacho de verduras, como tampoco fue de gran ayuda en la cocina, y mucho menos consiguió que las pizzas llegaran a tiempo o los perros no se le escaparan. Gil, era un completo inútil. Según él, su principal inutilidad era no saber abrazar. No sabía. O soltaba antes de tiempo a la persona o no ejercía suficiente fuerza, pero en definitiva no sabía dar un abrazo como Dios manda.
Por lo general atendía a los automovilistas sin mirar su cara, con su radio a un volumen muy alto que apenas dejaba oír el saludo de algún conductor bien educado. Esa tarde fue distinta.

__Hola, perdoname, ¿te puedo hacer una pregunta?__ Consultó Victoria, mientras tomaba el vuelto y su ticket.
__Si__ Contestó Gil, con la voz que se le entrecortaba, como le sucedía cada vez que se ponía nervioso. Es decir, los últimos veinticinco años.
__¿Sabes decirme cómo agarro acceso oeste?__
__Si, pa sando el según do puente, salís a la dere cha y ahí ya agarrás el acce so oeste.
__Buenísimo, gracias…__Victoria buscó con su mirada el cartel con el nombre del empleado: Gil Sánchez.
__Gracias eh, gracias__ Saludó Victoria sin poderlo llamar Gil, aunque ese fuese su nombre.
__De nada__ Contestó Gil, aún mas agradecido que ella. La última mujer con la que había intercambiado tal cantidad de palabras había sido su tía. Por teléfono. En navidad.
Continuará...

2 comentarios:

Simplemente YO dijo...

Ayyy ya estoy intrigada y quiero saber mas..... Te estare leyendo Beto...

callejonsinsalida dijo...

uui qiero la 2da parte, qede re intrigada
espero qe sea buena como la primera